Carta a Theresia

Brno, 8 de marzo de 1865

Benvolguda Theresia,

Espero que esta carta os encuentre bien a ti y a todos los tuyos, lejos de enfermedades y preocupaciones. Este año, el frío no ha sido tan intenso como otros, y me imagino que allí el verde del trigo y la flor amarilla de la colza forman olas de color en los campos ondulantes cerca de casa. Aquí en el invernadero de la abadía hace un mes que planté los guisantes, y ahora escogeré los plantones que pasaré a plantar en el huerto.

Il·lustració: Lucía Peiró

Ilustración: Lucía Peiró

En primer lugar, querría que me disculparas por el silencio de estos últimos meses, creo que desde Navidad no te he escrito. He estado entretenido con mis deberes en la abadía y, como sabes, todos los ratos que me quedan libres los dedico a mis estudios. De hecho, te escribo ahora que el día se ha acabado, y la quietud se ha extendido por todos los aposentos. A pesar de que queda poco para que la luz de la lámpara expire del todo, todavía no puedo acostarme. Siento tanta energía dentro de mí, me siento tan exultante, que me es imposible descansar. He pensado que solo obtendría el reposo fuera de esta agitación interna si te escribía unas letras, talmente como si hablara contigo junto al hogar, como tan a menudo hacíamos cuando era un joven nervioso y preocupado por un futuro incierto y oscuro, y tú una chica de ojos grandes y mente abierta. Nunca podré agradecerte tu paciencia y devoción, y cómo me cogías de la mano viendo mi desazón cuando padre pidió que me pusiera al frente de la familia, que él ya no podía trabajar la tierra y no disponían de más medios para mantenerme. Dicen que para granjero se tiene que nacer, pero tú entendiste que el mero hecho de pensar en depender de la inconstancia de la tierra, sin saber si la sequía o las pestes de hongos se llevarían la cosecha, me ponía enfermo hasta que los temblores me postraban en la cama durante días.

Es quizás por eso que, en un día que considero de culminación de mis estudios y desvelos, no me puedo privar de escribirte para explicarte lo intenso que es mi sentimiento de satisfacción y, si me permites, de triunfo. Soy plenamente consciente de que tú, siendo generosa de corazón como eres, nunca dudaste en cederme el dote para que pudiera continuar estudiando, pero es que creo que los sentimientos que experimenté de culpa, alivio y amor fraternal culminan con fuerza el día de hoy. Te preguntarás qué es eso que tan alterado me tiene por dentro, cómo es que retorno a recuerdos que los dos tenemos enterrados en el pasado, y la verdad es que pienso que he llegado a un punto de inflexión en mis estudios y experimentos. Después de tanto tiempo, tengo que ponerlo blanco sobre negro y escribiré un ensayo –un versuche– para contar con detalle todos los experimentos que he realizado estos últimos ocho años en el huerto de la abadía.

«El jardín de casa era mi campo de juegos. Pero aquella afición infantil se convertido en la base de mi trabajo, casi una obsesión»

Sabes cómo me gusta hacer crecer todo tipo de plantas; el jardín de casa era mi campo de juegos. Pero aquella afición infantil se ha convertido en la base de mi trabajo, casi una obsesión. Me he esforzado por hacer todo lo que me han dicho siempre que era necesario para salir adelante en la vida. He intentado siempre aplicar a mi trabajo honestidad, esfuerzo y método. La actitud de servicio y paciencia se acomodan con las actividades de la abadía y el abad Cyril ha sido siempre indulgente con mis peticiones. Claro que he supervisado toda la producción hortícola que provee de hortalizas y fruta la mesa abacial, y eso me deja en buen lugar ante toda la comunidad. Pero hay que admitir que el abad siempre ha confiado en mi buena disposición para ayudarlo en las cuentas económicas y, a cambio, me ha eximido de otras tareas y me ha dejado estudiar cómo obtener nuevos híbridos y variedades de plantas sin ninguna queja. No me han faltado jóvenes ayudantes que prefieren estar al sol y al aire libre antes que encerrados dentro de los muros limpiando y haciendo otras funciones menores, y todos han aprendido el dedicado trabajo de jardinero, que, más allá de podar los frutales e injertar rosales, exige aprender a realizar cuidadosas y delicadas polinizaciones dirigidas a buscar plantas resultantes del cruce. Creo, Theresia, que los jardineros somos dignos sucesores de los jardineros de Asiria y Sumeria, que ya en los frisos de sus suntuosos palacios, muy recientemente descubiertos, enseñaron cómo cruzaban plantas para generar variedades selectas y escogidas. Estoy seguro de ello porque vi las reproducciones en dibujo el año pasado, en la presentación de las excavaciones arqueológicas de Nínive que se celebró en la sección arqueológica de la Sociedad Filosófica de Brno. Así lo he transmitido a mis ayudantes, pero ellos están más impacientes por encontrar un buen trabajo como jardineros fuera de la abadía que de mis obsesiones.

«Mi trabajo llegará a otros muchos naturalistas de todo el mundo, porque va mucho más allá del estudio de las plantas híbridas»

Como te he dicho, el abad me ha apoyado en todo, particularmente cuando le dije que me dedicaría a estudiar y comprender cómo surgen nuevas plantas híbridas y cómo se transmiten las características de las plantas parentales, centrándome en diferentes tipos de guisanteras. Hay que decir que mis primeros intentos para cruzar ratones fueron censurados –en las razonables palabras del abad, no es adecuado que la actividad natural de las bestias para engendrar descendientes suceda dentro del espacio monacal y, todavía menos, que un monje se dedique a fomentarlo y observarlo– y te tengo que decir que dedicarme a las flores y a las semillas ha sido desde entonces mi más ferviente pasión, lo que seguro que no te extrañará, tú que conoces tan bien mis intereses.

Perdóname, querida y estimada hermana, porque entre tanta digresión, todavía no te he explicado cómo he llegado a esta noche en este estado de fruición. Creo que mis experimentos me han permitido desvelar las leyes naturales que gobiernan la herencia de los caracteres, estas leyes que Dios en su sabiduría ha establecido para la madre naturaleza, de forma que los descendientes se asemejen a los progenitores, pero sin ser iguales. Creo que el análisis de la descendencia que propongo a partir de características discretas permite entender cómo las guisanteras híbridas presentan o no los rasgos de las cepas parentales. Después de darle muchas vueltas, de innumerables conteos de semillas y meticulosos cruces, de mirar y remirar los números, me he atrevido a presentar, hoy mismo, mis descubrimientos en público. Sí, ya sé que te sorprende, yo que me agobio cuando tengo que hablar en público y tartamudeo cuando me preguntan… Pero es que todo es más fácil cuando tienes la certeza de que todo lo que dices está comprobado y apoyado con datos. De hecho, te tengo que confesar que esta no ha sido la primera sino la segunda ocasión, puesto que hice una conferencia previa explicando otros resultados apenas hace un mes. Y lo he conseguido, Theresia, ¡lo he conseguido! He conseguido que mis apreciados colegas de la Sociedad de Historia Natural de Brno empiecen a creer que se puede saber cuáles son estas leyes naturales y cómo las tenemos que estudiar.

Il·lustració: Lucía Peiró

Ilustración: Lucía Peiró

Cuánta razón tenía nuestra madre: la pulcritud es una gran virtud. En primer lugar, tuve que elegir qué características de las guisanteras eran dignas de estudio porque se heredaban de forma constante o diferencial. Está claro que una guisantera es una guisantera, pero cada especie y variedad tiene características estables y diferentes, como por ejemplo el color de la flor, el color del guisante y su forma, o el color de la vaina. Tardé dos años en elegir los caracteres que quería estudiar y en obtener cepas puras que fueran constantes, que solo tuvieran flores moradas o solo flores blancas, solo guisantes verdes o solo guisantes amarillentos… Pero una vez que disponía de estas variedades, entonces era cuestión de hacer los cruces con mucho cuidado, dejando que solo el polen de unas variedades pudiera fecundar las flores de otras variedades, las que yo elegía. Y también he tenido que ser muy persistente, para analizar cómo eran las plantas que salían de las semillas de estos hibridismos, una vez tras otra. Y volver a cruzar las plantas descendientes con las parentales para estar seguro del todo. Así he llegado a la conclusión de que, cruzando dos variedades diferentes, todas las plantas resultantes de las semillas híbridas son iguales en cuanto a la característica en concreto que estoy analizando, y si voy cruzando estas plantas hijas entre ellas, entonces las descendientes pueden revertir y presentar algunas de las características de las cepas parentales, pero no lo hacen al azar, no. Contando de qué color son las plantas descendientes de este segundo cruce, he visto que las proporciones en que salen son predecibles porque siguen una distribución matemática. Estas características, Theresia, están determinadas por unos factores heredables, no sé de qué naturaleza, pero sí que te puedo asegurar que cuando se analizan muchas semillas y muchas plantas, haciendo y rehaciendo cruces, surge la belleza de las proporciones matemáticas, la belleza de todo lo que es racional, en la naturaleza. Y soy feliz de haber persistido y de haber apuntado todo lo que hacía y lo que encontraba, y de saber pensar, razonar e inferir. Dios sabe que soy buen contable, y las cifras y los números no me dan miedo.

Sé que ahora me corresponde ordenar bien mis pensamientos y escribir todos los resultados. De las dos exposiciones haré un único artículo, muy razonado y expuesto, sin obsesión ni pasión: dejaré que la realidad y la belleza de los números convenzan a mis pares, los que tienen el conocimiento y la sabiduría para acoger la valía de mis resultados, y a quienes aprecio por encima de las opiniones de los legos. Ya lo he hablado, y será publicado en los Anales de la Sociedad de este año, y así, mi trabajo llegará a otros muchos naturalistas de todo el mundo, porque va mucho más allá del estudio de las plantas híbridas. Estoy convencido de que lo que propongo son nuevas leyes, leyes que expliquen la herencia de los caracteres. Cuando menos, estas leyes se aplican a las guisanteras, pero sospecho que se aplican a otros muchos seres vivos. Si no es ahora, será más tarde; aun así, este conocimiento encontrará su lugar. Mi tiempo llegará.

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«Creo que mis experimentos me han permitido desvelar las leyes naturales que gobiernan la herencia de los caracteres»

Theresia, estoy contento sabiendo que te casaste con un buen marido, que aprecia todas tus cualidades. Sé que tu dedicación a la familia ha sido siempre ejemplar. Vosotros habéis empujado el yugo de cultivar la misma tierra que ha estado en el seno de nuestra familia desde hace generaciones, pero también Dios te ha bendecido y recompensado con tres hijos sanos y buenos chicos. Son listos, como tú bien me recuerdas siempre, y como yo he podido ver cuando os visité en verano. A buen seguro que con una buena formación podrán tener una profesión que les permita alejarse de las dificultades e incertidumbres de vivir de lo que produce la tierra con tanto esfuerzo. Ya sabes que yo haré todo lo posible para que puedan tener la educación que deseen: doctores, maestros u hombres de leyes; yo os ayudaré. Que haya podido adquirir estos conocimientos de los mejores maestros y profesores, gracias a que tú te desprendiste de lo que era tuyo en ley, me impulsa a hacerte esta ofrenda: acéptala como si fuera un ramo de flores de olor etéreo y eterno, una pequeña muestra de mi ilimitada gratitud por todo lo que sacrificaste por mí, cuando ni siquiera yo confiaba en mis posibilidades.

Da mis recuerdos a Veronika, y también a tu marido Leopold. Y un abrazo muy cariñoso para mis sobrinos, Johann, Ferdinand y, claro, Alois.

Tu hermano estimado, que nació Johann para los ojos de los hombres, pero que es Gregor desde que Dios me aceptó como servidor suyo,

Johan Gregor Mendel

 

Podéis completar la lectura del cuento en este punto: Sobre Gregor Mendel.

Principio de no azar, de Lucía Peiró

Inspirada por este cuento de ciencia, la artista Lucía Peiró (Benigànim, 1967) ha creado, además de las ilustraciones presentes en estas páginas, la foto-acción Principio de no azar, de la cual nos habla así:

«Ser metódica lleva implícito ser constante, y la repetición está garantizada. A pesar de que la repetición equivale a ser igual, todo acto repetitivo contiene en sí mismo una diferencia que hace que este acto llegue a ser único y diferente, y en él tenga cabida el azar. Y este hecho azaroso es el que nos llevará a un nuevo punto de partida para poder continuar con un método determinado.»



© Mètode 2022 – 114. Un mundo, una salud – Volumen 3 (2022)

Source: metode.es

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